La palabra Prohibida

No puede entender esta turbacion impostada;

mi agitación al mirarte, mis nervios al acercarme;

al aspirar el verde bouquet de tu cuerpo.


Ningún licor es capaz de liberar mi voz

y confesarte este sufrimiento apetecible,

la incógnita de saber qué puebla tu mente;

si me abrirás tus brazos o condenarás mi utopía

cuando trate de decir la palabra prohibida.


No existen sustantivos, verbos, adjetivos,

no se han creado palabras que describan

aquella belleza que posees y das al mundo

en tu hermoso idioma lirico, musical.

Tu carácter de un matiz delicado y suave

tu mirada acogedora; cálida y candorosa;

y tu voz armoniosa como de ruiseñor

que causa un dulce embeleso.


Difícil describirte, si tu imagen en mi recuerdo

no deja que llegue el descanso a mi cuerpo,

que mi alma se agite y el corazón lata

al compas de las hermosas vibraciones de tu vida.


Cómo describir la belleza de tu azabache crin,

si Afrodita con toda su olímpica belleza

palidece ante la serena belleza de tu cabello.


Imposible comparar la serenidad y sabiduría

que muestran aquellos luceros oscuros,

pues la misma Atenea envidia tu mirada.


El imaginar un roce con tu piel me paraliza;

y una caricia robada, casi furtiva la muestra,

la muestra hecha de seda japonesa

y tan fresca cómo la brisa del Guayas en la noche.


Tu sonrisa aparta de mí la perturbación,

alimenta mi felicidad esa sonora melodía;

musical emoción que emana del alma

y hace que vibre en mi la palabra prohibida.


Desearía tanto poder expresar lo que mi alma

con plañidera voz desea confesar desesperada;

aquello que todos buscan y pocos lo han hallado,

aquella búsqueda de la palabra prohibida.


Desearía que conozcas estás torpes palabras

que mi voz se rehúsa; por timidez; a pronunciar

pero que están presentes en cada acto mío,

en cada pequeña sonrisa que compartimos.

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